Parroquias de Alcadozo y Liétor: marzo 2012

SÓLO 1 MINUTO, 28 DE MARZO

SÓLO 1 MINUTO
(de lo que leo)

Resulta agradable saber que alguien vela por nosotros; es
hermoso constatar que algún ser humano mantiene los ojos abiertos cuando los
tenemos cerrados; es reconfortante estar cierto de que no estaremos del todo
solos a la hora del último suspiro…

Y así empecé a ver grande lo que hasta entonces había considerado pequeño.
Ella me vigilaba por las noches para saber que no me había muerto; yo escribiría durante el día para que el mundo supiera que había vivido. Ahora sé que sólo escribimos para decir que estamos vivos; sé que escribimos para que en algún lugar de la Tierra alguien abra nuestros libros por las noches y sienta nuestra respiración cerca, como una brisa tibia en la piel.
(P. D'Ors, El estupor y la maravilla, Valencia, 2007, pp.23-25)

SÓLO 1 MINUTO, 26 DE ENERO


SÓLO 1 MINUTO
(de lo que leo)

“El visitante de museos es, por lo general, alguien a quien no le interesan los museos, alguien a quien apenas le interesa el arte. De todos es sabido que a los museos no se va a disfrutar, sino a decir que se ha ido. Es más: la visita al museo es, por principio, una verdadera experiencia funeraria. No puede ser de otra forma, dado que, en cierto sentido, todo museo es un cementerio de la cultura. Así las cosas, los vigilantes somos como los enterradores y los guías como los predicadores y charlatanes de las exequias. Por eso, la actitud de los visitantes de museos no es muy diferente de la de los visitantes de cementerios; antes bien resulta idéntica: van de un lado a otro, compungidos y desorientados, y luego se marchan para no regresar durante años. El desasosiego que producen los museos es similar al que provocan los cementerios cuando los familiares del difunto dejan flores sobre la tumba tras el sepelio. Hay que reconocerlo: a la gente no le apetece ir al museo; ir al museo no es un plan agradable para una mañana de fin de semana. Los que todavía hoy van a los museos son gente extraña: raros, inadaptados, solitarios, enfermos... Pero a mí siempre me ha interesado la gente así; yo mismo soy un inadaptado y un solitario y un enfermo. Soy indefectiblemente uno de ellos; cualquiera que me conozca, y aun sin conocerme, puede testificarlo.”
(P. D'Ors, El estupor y la maravilla, Valencia, 2007, pp.16-17)


EL EVANGELIO DEL 26 DE MARZO


LUNES


EVANGELIO
A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. Entrando adonde estaba ella, el ángel le dijo:
-Alégrate, favorecida, el Señor está contigo.
Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
-No temas, María, que Dios te ha concedido su favor. Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo y le pondrás de nombre Jesús. Será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinara para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.
María dijo al ángel: -¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre?
El ángel le contestó:
-El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te. cubrirá con su sombra; por eso al que va a nacer lo llamarán "Consagrado" "Hijo de Dios" Y mira, también tu
pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo; la que decían que era estéril está ya
de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible
Respondió María: Aquí está la sierva del Señor, cúmplase en mi lo que has dicho.
Y el ángel la dejó.

Lucas 1, 26-31
COMENTARIO
La fiesta que hoy celebramos me resulta especialmente entrañable, es decir, pertenece a la misma entraña de nuestra fe y de nosotros mismos. Fiesta de la Anunciación del Señor a María. Fiesta de la Encarnación, prefiero decir yo. Podríamos hacer un comentario desde la teología y desde la Biblia, pero hoy me voy a permitir comentarlo desde la entraña. ¿Qué celebro yo cuando celebro que Dios nos anuncia que va a hacerse uno de nosotros? Celebro:


• Que nada humano está fuera de Dios porque Dios, amando, decidió asumirlo todo en sí mismo para salvarlo. Por eso, nada en nosotros ni en lo que nos rodea es tan terrible o despreciable que no pueda formar parte de Dios, y no esté habitado y animado por Él.


• Que el mayor poder de nuestro Dios es ser Dios-con-nosotros y eso, lejos de empequeñecerle, le hace infinitamente grande y amable. Y así nos invita a nosotros también a ser-con-los-demás, sin que nada pueda resultarnos extraño ni ajeno. El Hijo ya lo conoce, lo ha vivido y va por delante de nosotros, esperándonos.


• Que todavía queda alguien (¡al menos Dios!) que puestos a elegir, prefiere la pobreza, la debilidad, la simplicidad de vida y desde ahí, hace nuevas todas las cosas. Porque Cristo nos enriquece con su pobreza, que es la fuerza mayor que tenemos, para que nosotros enriquezcamos al mundo desde la pequeñez.


• Que Cristo nos salva diciendo aquí estoy para hacer tu voluntad, y no ofreciendo sacrificios, ofrendas o grandilocuentes gestos expiatorios. Debe ser que así quiere que nosotros colaboramos con el sueño de Dios que es construir su Reino.


• Que merece la pena dejarse llenar de Dios, como María. Especialmente cuando nos sentimos estériles, vacías, solas… porque ese vacío en sus manos se hace increíblemente fecundo, espacio habitado por su Hijo. Por eso, se puede desear ser como María y no querer ser una mujer sumisa y alejada del mundo. Más bien, al contrario, parecerse a María es ser una mujer consciente, que escucha la Palabra de Dios y tras dialogar con Él, pone toda la carne en el asador para hacerla vida y Vida con mayúscula.


• Que la carne, lo corporal, lo humano, lo ambiguo, lo caduco, es el quicio de entrada por el que Dios se pasea desde el inicio de los tiempos para unirse a nosotros.