Entró Jesús en el templo y se puso a echar
a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: «Mi casa es casa de oración»;
pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos»». Jesús enseñaba
todos los días en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables
del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no
podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.
Lucas 19, 45-48
COMENTARIO
La escena de la expulsión de los vendedores del Templo cuadra
perfectamente con el estilo profético que asumió Jesús en multitud de
ocasiones. Los profetas de Israel no sólo hablaban. De tanto en tanto
realizaban «acciones simbólicas» a través de las cuales ofrecían un mensaje
relacionado con la salvación que Yahvé sigue ofreciendo a su pueblo. Estas
acciones simbólicas a veces eran muy sencillas. Por ejemplo, el profeta se
presentaba con un cesto de higos podridos ante el rey para hacerle comprender
que de igual forma estaba extendida la corrupción y la podredumbre en la corte
real... o colocaba una plomada sobre una pared abombada que amenazaba ruina,
para hacer ver al pueblo que sus injusticias iban a dar al traste con el pueblo
de Dios.
El pueblo de Israel purificó el Templo en multitud de ocasiones.
Siempre que había un cambio importante, purificaban el Templo. Era una forma de
hacer públicamente «borrón y cuenta nueva». Purificaron el Templo cuando
regresaron del exilio de Babilonia; querían comenzar una nueva vida como pueblo
fiel al Señor. Cuando los guerrilleros «macabeos» vencieron a los griegos y
lograron una cierta independencia política y religiosa, purificaron también el
Templo: deseaban iniciar un nuevo estilo de vida...
En el evangelio de hoy, Jesús se está acercando a Jerusalén,
donde van a ocurrir acontecimientos tan importantes como su muerte en cruz y
resurrección. El evangelio de Lucas es consciente de que se trata de un
acontecimiento excepcional que va a dar lugar al nacimiento definitivo del
Nuevo Pueblo de Dios... Para subrayar la importan cia de esta novedad, sugiere
una «purificación» del Templo. Pero esta purificación se realiza según el
estilo de actuar de Jesús. La actividad en Jerusalén comienza con la purificación
del Templo, que ha dejado de ser la casa del Padre para convertirse en una
cueva de ladrones.
El paso del tiempo suele madurar nuestra fe, pero también, con
frecuencia, se recarga de adherencias poco evangélicas. Necesitamos
purificarnos. Aunque nos duelan, nos hacen bien los «gestos proféticos» que
sacuden de vez en cuando nuestra inercia histórica. También la Iglesia necesita
ser purificada por el Señor.