Parroquias de Alcadozo y Liétor: abril 2014

RESACAS DE SEMANA SANTA (I): FORMA Y FONDO



EN COLABORACIÓN CON EL OBJETIVO DE HELLÍN Y CADENA COPE

Me proponen una reflexión sobre la Semana Santa que hace ya dos semanas que ha acabado. Sinceramente… no me atrevo. La Semana Santa toca tres palos fundamentales de mi vida, como hellinero, como cristiano y como sacerdote. Como hellinero …(como reza el dicho) …nadie es profeta en su tierra; como cristiano… uno deja mucho que desear; y como sacerdote…sobre todo me toca ser signo del amor y de la misericordia de Dios y  nunca juez (y menos en mi pueblo donde aparte de juez también soy parte).

Escribo esto el día de mi cumpleaños y caigo en la cuenta de que uno ya va teniendo edad para decir lo que piensa no sea que al final caigamos en la trampa de no vivir, o dicho de otro modo,  de pasarte media vida “callando por no pecar” y otra media “pecando por no hablar”.  De pronto se me ha “trampantojado” esta pequeña reflexión que os propongo (a mi el primero) a modo de test; no con el ánimo de juzgar nada sino de revisarnos todos.

Ya saben mi pasión por la psicología profunda de lo cotidiano (en otro escrito ya he glosado mi teoría sobre las gafas de sol como fidedigno escaparate de la personalidad del individuo…); pues bien en este caso me fijaré en otra de mis aproximaciones a la realidad; a saber, todas las cosas tienen forma, fondo y sombra. Accedamos a la Semana Santa con esta plantilla y valoremos.

Una persona, un acontecimiento o una institución con mucha forma pero sin fondo, se convierte en fachada extravagante tan presuntamente resultona como inútil. Vamos, en un fantoche. Por el contrario, una persona con fondo, pero sin forma, ciertamente no existe, es un fantasma, porque la visibilización social es necesaria es esta cultura de la imagen efímera.

Como la imagen es efímera hay personas, acontecimientos e instituciones que dedican todo su tiempo a cuidar su forma, y cuando pretenden encontrar su fondo, lo dejaron tan olvidado que ya no existe y han dejado de ser lo que son. No se si han leído La Historia Interminable, magistral libro para niños adultos y para adultos niños; pues bien, en esta historia, un mono, intenta explicarle  a Atreyu, el protagonista, que hay ciertos seres  que han agotado todos sus recuerdos. Y puesto que no tienen ya pasado, tampoco tiene porvenir. Para ellos no puede cambiar nada, porque ellos mismos no pueden ya cambiar. Ese es el drama de la forma sin fondo, del presente sin pasado, de la fachada sin cimientos, del teatro sin vida , de la máscara sin personalidad, de la testosterona sin delicadeza.

En todo este viaje de la forma y el fondo cabe el riesgo que corre el pueblo de una amiga mía. Es un pueblo pequeño que está en el centro de ciudades importantes, pero siendo aparentemente el centro de todo, da la sensación de que el pueblo está en medio de la nada. Esto suele pasar cuando la identidad propia es tan líquida que se liquída (si, ya se, liquída no lleva acento, pero permítaseme la licencia para redondear la frase).

Apliquen esta reflexión a personas, acontecimientos o instituciones que tiene que ver con la Semana Santa y saquemos conclusiones. A mi juicio no nos falta identidad pero si solidez, no nos falta nombre, pero si carácter, y sobra mucho,… mucho, …mucho protagonismo,  cosa que suele pasar cuando falta la personalidad.

Pero no se agobien, en primavera, cada vez con más horas de sol, a falta de fondo o de forma, siempre nos quedará la sombra que todos proyectamos. Ojalá que se buena sombra. Tan líquida, como el agua y tan cíclica como el sol, pero tan deseada, cuando aquella falta o cuando éste aturde.

DOMINGO 2º DE PASCUA



EVANGELIO
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidas». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Juan 20,19-31

COMENTARIO
Los relatos evangélicos referidos a las apariciones de Jesús resucitado no se cansan de repetir que las relaciones entre Jesús y sus discípulos no terminaron con la muerte del Maestro.

El acontecimiento de la resurrección cambió todo lo ocurrido hasta entonces entre Jesús y su comunidad. El Jesús traicionado, derrotado, ajusticiado y abandonado por sus discípulos, pasa a ser el Señor Resucitado que congrega de nuevo a su comuni- dad. Y el grupo de seguidores, antes egoístas e interesados en un poder político, ahora tienen como norte la igualdad, la fraternidad y la solidaridad.

Todo esto se encarna en Tomás, uno de los discípulos de Jesús al que tan sólo se cita en las listas de apóstoles. Sin embargo, el gesto que de él relata hoy el evangelio, le convierte en un símbolo que trasciende tiempos y lugares.

Tomás parece ser que no formaba parte del grupo de pescadores. Debió tener otro oficio. El nombre de Tomás es arameo, pero siempre se cita con su traducción griega, «Dídimo» (Mellizo). Este dato nos indica que probablemente poseía una formación griega, lo que le haría más dado a reflexionar desde la lógica y el racionalismo que caracterizó al pensamiento helenístico.

Por las veces que aparece en el evangelio de Juan, gozaba de un cierto prestigio en el grupo de discípulos por su actitud realista y por la cautela en no aceptar sin más las afirmaciones.

Jesús le tenía en gran estima, puesto que le dedica una aparición en exclusiva a él, mostrándolo como símbolo de lo que podía ocurrir con muchos cristianos de épocas posteriores.

Es muy interesante la expresión que dice Tomás para reconocer a Jesús como Señor Resucitado: «¡Señor mío y Dios mío!» Esta expresión nos ha llegado cargada de resonancias religiosas. Es fácil entender que, tras introducir los dedos en las llagas de las manos y en las heridas del costado, Tomás se convence de que Jesús en persona ha resucitado.

Sin embargo esta expresión cumple también una segunda misión: La de afirmar que el único Señor es Jesús. Y esto es así por la frase puesta en labios de Tomás, es la misma frase con la que quería ser saludado y reconocido el Emperador de Roma, atribuyéndose rasgos divinos. Los primeros cristianos, al poner esta frase están reivindicando que el único Señor es Jesús resucitado... y no el emperador.

La tradición dice que este apóstol extendió el evangelio en Oriente, concretamente en Madrás (India), donde ya existían comunidades cristianas hacia el siglo II.

La redacción del evangelio trasciende la figura concreta de Tomás... Tomás está ahí para que el evan- gelista subraye una frase importante dicha para el futuro: «Dichosos los que crean sin haber visto». Esta frase es una nueva «bienaventuranza» para todos aquellos cristianos que no habían conocido Jesús de Nazareth, y sin embargo creían en él.