Parroquias de Alcadozo y Liétor: octubre 2014

JESÚS, LA CULTURA Y LA LEY



La tierra de Israel, y sobretodo la región de Galilea donde vivía Jesús de Nazareth y sus discípulos, estaba invadida por «asentamientos» de cultura griega, cuyos nombres silencian los evangelios. Por ejemplo, a escasos cuatro kilómetros de Nazareth había una gran ciudad de cultura griega llamada Sephoris. Algunos kilómetros más allá se alzaban las ciudades de Tiberias, Gerasa, Ptolemais... Urbes que contaban con teatro, anfiteatro, termas, hipódromo, gimnasio y todos aquellos elementos urbanísticos que definían a las ciudades de cultura griega.

Simultáneamente, la cuenca del Mediterráneo había sido invadida por multitud de comunidades judías. Estas comunidades judías sirvieron, en un principio, para la difusión del cristianismo. Los primeros cristianos vivieron desde sus inicios una «cultura de contaminación», donde se mezclaban lenguas, etnias y religiones diversas.

Los judíos residentes en Palestina vivían sumergidos en una religiosidad que sobrevaloraba el cumplimiento literal y meticuloso de las prohibiciones y tabúes en los que habían concretado la Ley de Yahvé. Jesús se opone a esta visión de la fe y pone por encima la solidaridad y la ayuda a los necesitados.

En este contexto el evangelio de hoy nos presenta un relato de curación: el de un enfermo aquejado de hidropesía. El episodio sólo aparece en el evangelio de Lucas. Jesús, invitado a casa de un fariseo para comer, se encuentra con un enfermo. Más que la curación en sí misma, lo que llama la atención es el contraste entre las dos preguntas que Jesús formula y el silencio por parte de sus interlocutores, que no saben cómo responder.

La enseñanza que ofrece este relato no es acentuar el carácter maravilloso de la curación realizada por Jesús; «el milagro». El texto pretende enseñar a los primeros cristianos que las leyes religiosas tienen su valor, pero que la misericordia y la acogida a quienes sufren son mucho más importantes.

Otra vez nos encontramos ante un Jesús que desborda las normas de su pueblo. No aparece como un contestatario, sino como aquel que va en busca de quien se halla en necesidad para ayudarle. Jesús subordina la norma a la persona.

EL EVANGELIO DE HOY, 30 DE OCTUBRE

JUEVES DE LA SEMANA XXX


EVANGELIO
En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término." Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor."»

Lucas   13, 31-35
COMENTARIO


Jesús va camino de Jerusalén. Seguramente que se trata de la peregrinación anual que los judíos de Palestina realizaban al Templo de la capital. Jesús sabe que su fama ha crecido y que comienza a hacerse insoportable la presión que ejercen sobre él los poderosos, entre ellos el rey Herodes Antipas..

Las intenciones de Herodes son claras, las de estos fariseos también: de una u otra manera, se lo quieren quitar de encima, porque les estorba. Los fariseos le proponen que desista de sus planes.

Pero Jesús no se deja intimidar por los poderosos. La respuesta de Jesús es contundente: «Id a decirle a ese "zorro": Seguiré expulsando demonios y curando...»

En el argot arameo, "zorro" tiene un doble sentido: el de animal astuto y el de insignificante, en oposición a "león". En el contexto de hoy parece ser que Jesús consideraba a Herodes como persona insignificante y bulliciosa que no merece respeto.

Herodes era un rey intrigante y chivato, supersticioso, vendido al emperador romano y asustadizo al mismo tiempo... se creía el amo del mundo. Jesús responde que para él es un hombre insignificante.

Jesús, en medio de las dificultades seguirá liberando a la gente de toda clase de ideologías contrarias al plan de Dios ("expulsando demonios") y de toda clase de taras morales y físicas que le impiden seguirlo con libertad y dignidad humana ("curando"), al tiempo que llevará a término su propósito ("habré acabado"). Jesús alcanza la perfección humana entregando su vida.

La función liberadora de Jesús no se deja intimidar por las presiones políticas ("Herodes") o religiosas ("fariseos") de los poderosos.