La tierra de Israel, y sobretodo la región de
Galilea donde vivía Jesús de Nazareth y sus discípulos, estaba invadida por
«asentamientos» de cultura griega, cuyos nombres silencian los evangelios. Por
ejemplo, a escasos cuatro kilómetros de Nazareth había una gran ciudad de
cultura griega llamada Sephoris. Algunos kilómetros más allá se alzaban las
ciudades de Tiberias, Gerasa, Ptolemais... Urbes que contaban con teatro,
anfiteatro, termas, hipódromo, gimnasio y todos aquellos elementos urbanísticos
que definían a las ciudades de cultura griega.
Simultáneamente, la cuenca del Mediterráneo había
sido invadida por multitud de comunidades judías. Estas comunidades judías
sirvieron, en un principio, para la difusión del cristianismo. Los primeros
cristianos vivieron desde sus inicios una «cultura de contaminación», donde se
mezclaban lenguas, etnias y religiones diversas.
Los judíos residentes en Palestina vivían
sumergidos en una religiosidad que sobrevaloraba el cumplimiento literal y
meticuloso de las prohibiciones y tabúes en los que habían concretado la Ley de
Yahvé. Jesús se opone a esta visión de la fe y pone por encima la solidaridad y
la ayuda a los necesitados.
En este contexto el evangelio de hoy nos presenta
un relato de curación: el de un enfermo aquejado de hidropesía. El episodio
sólo aparece en el evangelio de Lucas. Jesús, invitado a casa de un fariseo
para comer, se encuentra con un enfermo. Más que la curación en sí misma, lo
que llama la atención es el contraste entre las dos preguntas que Jesús formula
y el silencio por parte de sus interlocutores, que no saben cómo responder.
La enseñanza que ofrece este relato no es acentuar
el carácter maravilloso de la curación realizada por Jesús; «el milagro». El
texto pretende enseñar a los primeros cristianos que las leyes religiosas
tienen su valor, pero que la misericordia y la acogida a quienes sufren son
mucho más importantes.
Otra vez nos encontramos ante un Jesús que desborda las normas de su
pueblo. No aparece como un contestatario, sino como aquel que va en busca de
quien se halla en necesidad para ayudarle. Jesús subordina la norma a la
persona.