En el evangelio de
hoy escuchamos el relato de la anunciación del ángel a María, tomado de Lucas.
Los relatos que anuncian la llegada de un niño también pueden ser entendidos
como relatos de vocación, porque en ellos se expresa el destino futuro del
niño. Se le asignan títulos, funciones y hasta un nombre propio que expresaba
su misión en la vida.
La anunciación del
nacimiento de Jesús contrasta fuertemente con la de Juan Bautista. No se
realiza en el magnífico Templo de Dios en Jerusalén, sino en una oscura aldea
de Galilea, en la frontera norte con los pueblos paganos; una aldea nunca
mencionada en el AT. Tampoco se comunica a un sacerdote venerable, en ejercicio
de sus funciones sagradas, sino de una humilde muchacha muy joven, que acaba de
desposarse.
Pero por humilde
que sea la doncella, el ángel la trata con mucho respeto; además hay una nota
"aristocrática" en el relato, se nos dice que el esposo de la
muchacha, llamado José, pertenece a la estirpe de David.
El ángel invita a
María a llenarse de alegría. Y la llama "llena de gracia" es decir,
inundada del amor de Dios. Dios la ha elegido para ser la madre del Salvador, y
en seguida acumula una serie de títulos que definen al niño que de ella va
nacer: Será grande, Hijo del Altísimo, Rey de Israel como descendiente de
David, Rey eterno sobre su pueblo.
María objeta el
hecho de que no ha conocido varón, no se ha unido aún ni a su esposo José ni a
ningún otro hombre. Y el ángel le revela el misterio de su concepción virginal:
su hijo será obra del Espíritu Santo, es decir, de la fuerza creadora de Dios.
A nosotros se nos comunica también lo que le fue
anunciado a María, y de nosotros se espera que asumamos la actitud que ella
asumió, de docilidad y entrega a la voluntad de Dios. Si Jesús nace en nosotros
por la fe, podremos llevarlo esta Navidad a nuestras familias y a los chicos y
chicas con quienes compartimos tareas educativas. Con nuestros actos de
solidaridad podemos mostrar y anunciar a Jesús.