¿Qué interpretación hace
Mateo de esta división?
Las genealogías en la
antigüedad eran muy importantes. Allí estaban todo el registro de la
ascendencia familiar. Pero para los judíos eran aún más importantes, porque entre ellos resultaba indispensable demostrar la
pureza de la raza. Poseer
mezcla de sangre extranjera, es decir, tener a un no judío entre sus
antepasados, significaba perder los derechos como miembro del pueblo de Dios.
Por ejemplo, si alguien quería ser sacerdote, debía mostrar
que su línea genealógica descendía directamente del sacerdote Aarón, hermano de
Moisés. Si alguien tenía la pretensión de ser rey, debía probar que pertenecía
a la familia del rey David. Cuando alguno quería casarse, debía documentar la
pureza racial de su futura esposa por lo menos desde cinco generaciones.
Tres etapas de
la vida
San Mateo, que
escribe su evangelio para los judíos, quiere presentar a Jesús como el Mesías
esperado, y por eso piensa que lo mejor es comenzar con una genealogía. Para
ello elaboró cuidadosamente una lista, ordenada, meditada, y pensada con todo
detalle. En primer lugar dividió a todos los antepasados de Jesús en tres
grupos, según tres etapas importantes de la historia judía.
Un primer grupo, que va desde Abraham hasta el rey David
(vv. 2-6). Un segundo grupo, desde el rey David hasta el destierro de los
israelitas en Babilonia ( vv. 6-11 ). y un tercer grupo, desde el destierro
hasta la llegada de Jesucristo (vv. 12-16).
En estas tres secciones
de nombres están representadas, de alguna manera, las tres etapas de la vida
de toda persona.
Las lecciones de la
historia
Con la primera etapa, el
evangelista mostró que todo hombre nace para la grandeza. Por eso culmina con el rey David, el rey más grande de
Israel, y el hombre que llevó al pueblo hebreo a su máximo esplendor y lo
convirtió en una potencia mundial.
Con la segunda sección, enseñó
que todo hombre pierde su grandeza cuando peca, y que siempre terminará esclavo de sus malos actos. Por eso
este grupo concluye con la esclavitud de Babilonia. Es la etapa de la
vergüenza, el desastre y la tragedia de la nación hebrea.
Con la tercera sección muestra que el hombre recupera su
grandeza gracias al Hijo de Dios.
Por eso esta cadena termina en Jesucristo, la persona que liberó a los hombres
de su esclavitud. Según nuestro evangelista, pues, Dios no permite que el
final de la historia sea trágico. En Jesucristo toda desgracia puede convertirse
en triunfo.
¿Por qué hace Mateo este
juego?
Mateo utiliza
un segundo juego de números en su genealogía. Si contamos los nombres que van
desde Abraham a David, de David a la esclavitud, y de la esclavitud hasta
Jesucristo, en todos los casos da la cifra 14. Esto no es real. Mateo debió
suprimir varios nombres para obtener tal cifra. Por ejemplo, entre Fares y
Naasón no puede haber sólo tres personas para cubrir los 430 años que según el
libro del Éxodo duró la esclavitud de Egipto. Tampoco pueden sólo dos
ascendientes llenar los tres siglos que van de Salmón a ]esé.
¿Por qué razón Mateo
acortó artificialmente las generaciones de modo que le diera el número 14?
Para entenderlo hay
que explicar una característica de la lengua hebrea. Mientras en castellano
escribimos los números con ciertos signos (1,2,3), y las letras con otros
diferentes (a, b, c), en hebreo se emplean las mismas letras para escribir los
números. El 1 es la misma letra "a"; el 2, la "b", etc.
Así, si sumamos las letras de cualquier palabra hebrea puede obtenerse siempre
un cifra, llamada “gemátrica".
Ahora bien, según
estos cálculos, muy conocidos y difundidos entre los judíos, el número
gemátrico del rey David era justamente el 14, ya que en sus letras tenemos: D
(= 4) + V(= 6) + D (= 4) = 14.
Agrupando los
nombres en 14, Mateo encontró una elegante e ingeniosa manera de decir a los
judíos que Jesús era descendiente de David, y por lo tanto el verdadero Mesías.
Más aún, al
reunirlos en 3 listas de 14, como el 3 simbólicamente significa "totalidad",
el evangelista quiso decir que Jesús es el “triple David", y por lo tanto
el Mesías total, el auténtico y verdadero descendiente de David. El que tenía
que venir