Lucas nos cuenta la
infancia de Juan Bautista. La narración empieza situando los acontecimientos en
su contexto histórico («en tiempos del rey Herodes»). El evangelista usa el
esquema de las anunciaciones. Zacarías e Isabel son presentados como una pareja
irreprochable. Por los datos que se leen en el texto, Zacarías formaba parte de
una de las 24 familias sacerdotales que se turnaban para atender el culto en el
Templo de Jerusalén. La misión de estos sacerdotes era la de realizar los
sacrificios. No era una tarea que les ocupaba todo el tiempo. Tan sólo dos
semanas al año.
La rama sacerdotal
de Zacarías fue marginada por no plegarse a las pretensiones imperialistas de
los griegos y los romanos. Se trata de un humilde sacerdote, alejado de los
círculos del poder. Dios va a salir al encuentro de estas dos personas para
llenarles de vida y felicidad.
Zacarías es la
forma griega del nombre hebreo «Zekaryahu», que significa «Yahvé se ha
acordado». Isabel es la forma griega del nombre hebreo «Elisebá», que significa
«Dios es plenitud». También se llamaba Isabel la mujer de Aarón, el primer
sacerdote que existió en Israel.
La respuesta que da
Zacarías nos recuerda la que dio Abraham cuando se le anunció que iba a ser
padre de Isaac. De esta manera, una gran promesa del pasado (el nacimiento de
Isaac) se convierte en señal de futuro. «El futuro se expresa con palabras del
pasado»
Zacarías pide una
señal, y queda mudo; pedir una señal en estas circunstancias es sinónimo de
cierta incredulidad ante el anuncio recibido, y el evangelio nos dice que el
plan salvador de Dios seguirá adelante a pesar de las barreras que las personas
interponen. Al mismo tiempo, la actitud de Zacarías contrasta con la de María
de Nazareth, que se declarará la esclava del Señor.
En el texto de hoy
se anuncia el nombre que se deberá imponer al niño: Se llamará Juan, “Yohannan”
en hebreo, que significa, “Dios es misericordioso”.
La misión de Juan Bautista fue preparar al pueblo
para que recibiera a Jesús como salvador.