EVANGELIO
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
– «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
– «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron:
– «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo:
– «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
– «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
– «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
– «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
– «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron:
– «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo:
– «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
– «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
– «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Juan 1,35-42
COMENTARIO
Cuando hacía el bachillerato, no se en
qué curso, como lectura obligatoria para poder aprobar literatura había que
leer El Quijote. Yo no soy muy de
novelas, pero como tiendo a ser disciplinado, lo leí (todo hay que decirlo, muy
deprisa). Cuando hice el camino de Santiago me volví a llevar el dichoso libro
pensando que –iluso de mi-, como tendría tanto tiempo lo leería. Me estorbó,
por el volumen y el peso, todo el camino. De mi encuentro con el Quijote, el
recuerdo más grato que tengo es la serie de dibujos animados de mi infancia,
que me encantó y un álbum de cromos que una conocida marca de yogures te permitía
coleccionar. Al tener mis padres una tienda estaba en “posición privilegiada”
para ser el primero que acabó el álbum en mi barrio. No cuento los detalles de
la hazaña porque entraría dentro de lo que, por aquel entonces y para un niño,
constituiría un “pecado grave”.
Hago esta breve introducción porque me da
a mi que en lo que es el encuentro con la Iglesia, ha tenido más repercusión
una famosa frase de Don Quijote a Sancho que el evangelio de hoy. Y además he de
reconocer que me fastidia (por no decir otra palabra en esta mañana de sábado)
oírla y que me la pronuncien. La frase
en cuestión es conocida: “con la iglesia hemos topado”.
Dicen que el bueno de Cervantes no quiso
darle más valor a esa frase que el hecho de que Don Quijote, se encontró con la
iglesia de El Toboso cuando iba en busca del inexistente palacio de Dulcinea.
Nada más. Pero estarás conmigo que para ser sin intención aquella frase desde
luego ha tenido una repercusión alucinante. Eso si que es una buena inversión lingüística
para un rendimiento sociológico más que aceptable.
Contrasta en este sentido el evangelio de
hoy. Esto si que es un verdadero encuentro. Con Jesús, o con la Iglesia –en
sentido amplio- que lo anuncia- si empezamos topando desde el primer momento,
salimos “disparados” al instante . Como personas que nos hacemos preguntas
(buscadores) o como gente que tenemos respuestas (creyentes), lo peor que nos
puede pasar que “topemos” o seamos un “tope”. No tiene sentido; por eso me fastidia
tanto la frase, porque vivir con la imagen de que la Iglesia es un tope para
tantas cosas no es sano para el que se empeña en permanecer.
Por eso, el evangelio de hoy me
entusiasma. Más allá de las discusiones entre Juan y Jesús (que las hubo y al
parecer gordas)…; más allá de la discusión entre los seguidores de ambos ( que
las hubo), en la memoria creyente no ha quedado un conflicto irresoluble entre
ellos sino un “acuerdo” dialogado.
El itinerario es claro: ¿Qué buscáis?... ¿Dónde vives?.... Venid y
los veréis. O lo que es lo mismo: ¿creo
que vas buscando, puedo ofrecerte algo? … ¿qué me ofreces?... Lo que ves, mi
forma de vivir.
No hay sospecha, hay invitación; nadie se
echa en cara nada, sólo se ofrece lo que se tiene. Cuando entendemos la
evangelización de otro modo nos desgatamos como “buscadores” o como “encontrados”.
Es verdad que no podemos ser “ingenuos”.
Como “buscadores” en ocasiones nos guía más el interés y la apetencia que un sincero
anhelo de plenitud; y como “encontrados” preferimos imitar a los molinos de
viento que Don Quijote confundía con gigantes guerreros, que ser sencillas
posadas simplemente con buen pan y vino para saciar elementales búsquedas de sentido.
En este mes de enero toca pensar, sentir
y evaluar si como creyentes mi historia con la Iglesia es una historia de encuentro o de tope; y como evangelizadores, si mis respuestas despiden o acogen.
PD: Desde aquí puedes acceder a un comentario un poquito más ilustrado en relación con el evangelio de hoy. Como siempre en el puntito de más abajo