EVANGELIO
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Marcos 6, 1-6
COMENTARIO
Dice el evangelio de hoy: “No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó
algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe”. Este texto me parece
que tiene más importancia de la que aparenta en la construcción teológica y
sociológica del cristianismo. Marcos desvincula el milagro de la curación.
Milagro es para Marcos una “determinada interpretación creyente” de la
curación. Milagro es, para Marcos, una curación en la que se ha re-conocido la
presencia de Dios. Los vecinos de Jesús veían normal que Jesús curara (como tanta
gente de su tiempo); lo que no creían es que lo hiciera con el aliento de Dios
(milagro).
¿Es
esto importante?; desde luego que si. Una fe construida sobre la fe en los milagros,
entendidos estos como “hechos extraordinarios” concedidos arbitrariamente por
dios, dependiendo de la “gracia” con la que se levante ese presunto dios (con minúscula)
esa mañana, no parece responder a la sensibilidad evangélica.
Milagro
puede ser todo aquello en lo que re-conocemos la manos de Dios: desde levantarte
cada mañana y vivir, hasta encontrarte con un “enemigo” y saludarlo con
generosidad; desde tener capacidad para enternecerte ante un niño pequeño que empieza
a hacer muecas graciosas y eres capaz de esperar ante el tiempo necesario para
captar el momento, hasta estar al borde de la cabecera de un anciano simplemente
para sentir cómo te aprieta la mano. Milagro es todo aquello en lo que descubrimos
la presencia de Dios, la densidad divina que nos habita.
Probablemente,
con la mejor intención del mundo, hemos ido construyendo un cristianismo
milagrero hasta el punto de que sólo en lo extraordinario y anti-natural hemos
visto la mano autentica de Dios. Eso ha propiciado que necesitemos también de
líderes religiosos que tengan que rozar la extravangancia, el esnobismo o el jijiji
jajaja para poder captar lo divino; y esto ha propiciado que necesitemos
grandes puestas en escena para que lo institucional-religioso revele un halo
divino que entre por los ojos.
Hemos
hecho una religión, poco a poco y con la mejor intención del mundo en la que lo
ordinario no dice nada porque sabe a poco, como Jesús a sus pasisanos de
Nazaret. En nuestras manos está “naturalizar” la fe, hacerla “ordinaria” (en el
mejor sentido de la palabra), y huir de lo presuntamente sobre-anti-natural que
hay en todo lo estrafalario, idolátrico e hiper-simpaticón que, en no pocas
ocasiones, rodea a la transmisión de la experiencia de fe.
PD: Un archivo en PDF, sobre este atrayente tema de los milagros puedes encontrarlo en los puntitos de más abajo
El comentario del año pasado desde otra perspectiva del texto puedes encontrarlo en la los puntitos de más abajo