EVANGELIO
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Juan 3, 16-21
COMENTARIO
Hoy acaba el diálogo con Nicodemo. Como
veis no fue un diálogo muy normal porque quién soportaría tanta intensidad en
tan poco tiempo, y también a últimas horas del día puesto que dice el texto,
cuando lo empezamos el lunes, que Nicodemo fue a ver a Jesús de noche.
Tengo la sensación de que el diálogo
pudo haber durado más, pero -visto que el tal Nicodemo tenía un poco atrofiada
su capacidad simbólica por aquello de no acabar de entender que era eso de
“nacer de nuevo”, y visto, por otra parte que iba buscando una “receta” para el
cielo-, tengo la sensación de que Jesús decidió “cortar por lo sano” la
conversación con tres argumentos irrefutables. De hecho la conversación acabó
allí mismo y en ese mismo instante.
Argumento primero: “Nicodemo, no estamos
en el mundo para juzgarlo, sino para salvarlo”. O dicho de otro modo: podemos situarnos
cada mañana como espectadores de todo con el pedigrí de sabernos jueces de lo que ocurre a nuestro
alrededor. No esta mal ser juez, pero es insuficiente. Los jueces dictan
sentencia, y en ocasiones hay que hacerlo, pero lo más interesante es el paso
posterior: restañar las heridas causadas, es decir, salvar la vida, hacerla
saludable y digna de ser vivida. En el mejor de los casos todos tenemos en
nuestro interior un “juez” y “un salvador”; una buena pregunta para hoy sería
qué abunda más en mi de estos personajes. Y parece claro que nuestra cercanía o
lejanía del proyecto “sanador” de Jesús radica en la sobreabundancia en el
interior de nuestro corazón de buenas dosis de deseos de “salvación” de
todo aquello y de todos aquellos que nos rodean.
Argumento segundo: “Nicodemo, nos estamos
en la vida para crear zonas de sombra sino espacios de luz”. O dicho de otro
modo: podemos levantarnos cada mañana con “ganas de enredar” o con “ganas de
aclarar”. Todos tenemos en nuestro
interior facultades suficientes para tejer “redes”, no de las que unen, sino de
las que dificultan, pero eso hace de la vida para todos los que te rodean una
carrera de obstáculos que se vuelve insoportable. El que más y el que menos
busca la luz, la libertad y el sentido. En la medida en que tus actitudes
favorezcan esos sentimientos me parece que nos acercamos al proyecto del
Nazareno.
Argumento tercero: “Nicodemo, se veraz”.
O lo que es lo mismo, tengamos cuidado porque uno puede vivir instalado en una
vida de “escaparate”. Al fin y al cabo, si somos sinceros, todos nos exhibimos
un poquito y cada uno enseña aquello de lo que considera que puede presumir, porque la vida tiene un no se que de
vistosidad a la que es difícil renunciar. Una buena pregunta para hoy sería
¿qué exhibo yo de mi?. Pero, con moderación, porque como ya dijimos, cuando la
vida se vuelve forma sin fondo, se te re-vuelve, y te ahoga.
En resumen, allí donde estés, ve por la
vida salvando e iluminando y muchos encontrarán en ti un “camino, una verdad y
una vida” reflejo del maestro de Galilea: “el
que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están
hechas según Dios”.
Y francamente, me imagino a Jesús despidiendo
a Nicodemo diciéndole: “ah, Nicodemo, y
la próxima vez, ven mejor de día, se ve más y se te ve mejor”.
PD:Otro comentario reciente sobre el mismo texto desde otra perspectiva puedes encontrarlo aquí:
COMENTARIO DEL DÍA 15 DE MARZO •••