SANTA TEODORA Y SAN DÍDIMO
El gobernador le dijo: “¿Ignoras que por voluntad del emperador las
vírgenes consagradas que rehúsan hacer sacrificios a los dioses, pueden ser
deshonradas?”.
- Lo sé, respondió Teodora, pero nunca haré sacrificios a los dioses.
Ella se mantuvo firme en su decisión.
Un soldado, Dídimo, que había estado en la audiencia con el gobernador, fue
a decirle: Yo me
ofrezco el primero para deshonrarla.
Una vez que estuvieron solos, él le dio su uniforme de soldado y ella le
entregó su velo. Así pudo escaparse.
Los dos fueron perseguidos hasta que los encontraron.
San Ambrosio de Milán cuenta que Teodora se presentó al tribunal para
salvar a Dimas.
Pero la suerte ya estaba echada.
Los dos murieron martirizados por el terrible emperador Diocleciano.
Es fácil pensar lo que sintió Dídimo al engañar al gobernador. Como dijo Jacinto Benavente
“Hay secretos que se guardan por delicadeza más que por engañar”