Una madre desesperada llevó a su
pequeño hijo a casa de Mahatma Gandhi, para suplicarle que por favor aconseje
al pequeño-
- Te lo ruego Mahatma, aconseja a
mi hijo que no coma más azúcar, ni dulces, pues es diabético y esta poniendo en
riesgo su vida, a pesar de que le suplico y sufro mucho por él, pero a mi no me
hace caso, por favor háblale tú, ojalá escuche el poder de tu palabra.
Gandhi mirando la angustia de la
madre le dijo serenamente:
- Entiendo tu preocupación y tu
dolor, pero lamentablemente en este momento no me es posible hacer nada, por
favor trae a tu hijo después de quince días.
La madre profundamente extrañada,
dio gracias al Mahatma y se despidió asegurándole que haría lo que le había
pedido, pues confiaba en que solo su sabiduría podría salvar a su pequeño hijo.
Quince días después, la madre
regresó donde el maestro con su pequeño hijo. Gandhi miro serenamente a los
ojos del niño y acariciando su cabeza le dijo con
cariño:
- Hijo mío, debes de dejar de
comer azúcar y dulces, pues eso es muy malo para tu salud, así solo vas a
enfermar mucho más, además no te das cuenta que haces sufrir a tu pobre madre.
La madre llena de profundo
agradecimiento, pero también de extrañeza le preguntó:
- Perdona Mahatma, pero no
entiendo porque me pediste que regresara en quince días con mi pequeño, para
decirle algo que podías haberlo dicho la primera vez.
Gandhi respondió con una sonrisa:
- No, hija mía, hace quince días no podía haberle dicho esto, pues hace
quince días también yo comía azúcar y dulces.