EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»
Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.»
Juan 14, 21-26
COMENTARIO
Tengo
la sensación de que el evangelio que leemos hoy es un “verso suelto” en este
cada vez más largo itinerario pascual que nos propone el evangelista Juan.
Aparece ya la promesa del Espíritu Santo (el Defensor) –válgame que nombre para
los que no somos muy de leyes-; pero de este tema no hablamos, ya vendrá el
Espíritu con Pentecostés dentro de unos días….coincidiendo con las elecciones…
-válgame coincidencia-.
Ahora
bien, aparece hoy de rondón esta tal Judas Tadeo , o el de Santiago, en
cualquier caso no el Iscariote, que hace una afirmación que, a mi corto juicio,
es muy determinante porque considero que se pertenece a la “estructura de la
experiencia de fe”.
Le
pregunta Judas a Jesús: «Señor, ¿qué ha sucedido para que
te reveles a nosotros y no al mundo?». Y le contesta Jesús: «El que
me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos
morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras».
Es
decir, que hay gente a la que “no se revela Jesús”. ¡Curioso! Me pregunto yo:
¿y qué han hecho esos “tales” para no tener esta experiencia? Podríamos
contestar al estilo clásico afirmando que Dios se revela a los que quiere.
¡Vale! Como formulación teórica no está mal, pero creo que esta respuesta no
convencería ni al propio Dios. Esto de que Dios da la “gracia” a los que quiere,
es decir, a los que “les caen en gracia a Él” y a los que no…no pues….al final
se convertiría en una fábrica de ateos y con razón.
En
el fondo de esta manera de pensar anidan las expresiones que ya sabéis que me
dan “mucha rabia”: “si dios quiere…si dios quisiera…. No quiera dios que…”. En este
caso, dios sería la “causa” tanto de la “gracia” como de la “des-gracia” y eso
“como que no”.
Menos
mal que Jesús se encarga de des-hacer el entuerto de Judas, apóstol que por
otra parte ha dado mucho juego a buenas parte del desarrollo de supersticiones
de matriz cristiana (novenas a Judas Tadeo….). Bueno, a lo nuestro, que si no
me vais a decir que hago muchos “prólogos”.
La
contestación de Jesús es clara: “me revelo a quien me ama y a quien guarda mi
palabra”, es decir a quien “le intereso”. O dicho con las palabras de un genio
menor –menor que Jesús, entiéndase-: “la
inspiración existe pero tiene que encontrarte trabajando” (Pablo Picasso).
De ahí que yo sospeche de todos los “iluminados” de la historia o de todos los
“van de iluminados” por la vida, o de los “resultones espiritualoides” de
turno.
Dios
se revela a todos, siempre y lo más que puede, pero no todos estamos, en
ocasiones, en su onda, bien por un problema de sensibilidad, o bien por un
problema de convicción.
Efectivamente,
la experiencia de la fe necesita de unos mínimos (o máximos) de sensibilidad en
la vida. Por sensibilidad entiendo tener abiertas las puertas de la ternura y
de la misericordia. Allí donde no hay ternura, delicadeza y misericordia
es muy difícil que “prenda” la experiencia de Dios, o que se “capte” la densidad
divina de la historia. El ser humano es capaz de la más tierna acogida pero también
de la más deleznable indiferencia, porque así estamos hechos; y en esa tensión
puede “encajar” o no la experiencia de Dios. Poncio Pilato, por ejemplo, no era
mala persona, pero su indiferencia y su cinismo revelan cómo la condición
humana, sin llegar a ser “perversa” puede ser, efectivamente, deleznable.
Por
eso mismo, cuenta la tradición cristiana, que por más que hubiera querido Jesús
resucitado, aparecerse a Pilato, él no le habría visto, más que nada porque
nunca tuvo la mirada afinada para dicha presencia.
Aunque
el motivo de no estar en la onda también puede ser por razones de “convicción”,
es decir por el hecho de que no despierte nuestro “interés” el proyecto de vida
de Jesús. No es fácil “tragar” con la “ética de máximos” por la que apuesta
Jesús en muchos ámbitos de la vida: “perdonar setenta veces siete”, “dadles
vosotros de comer”, “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”….
Es que, ciertamente…es complicado.
Ya
se va aclarando un poquito este tiempo de Pascua. A mí me da la sensación de
que esto de las “apariciones” del resucitado tiene que ver mucho con la “percepción
de su revelación”, que al fin y al cabo no es ni mas ni menos que la “firme y
gozosa” posibilidad de poder “guardar” su palabra, es decir, vivir cómo el
vivió. La que nos ha liado Judas Tadeo
con su pregunta.
Si
os interesa la historia del Judas Tadeo y el “mandylion”, preguntádmelo, ya no
quiero alargarme más hoy, más que nada porque a los que estamos en Hellín aún
nos dura el puente.