EVANGELIO
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: - «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: - «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis corderos.» Por segunda vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Él le contesta: - «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Él le dice: - «Pastorea mis ovejas.» Por tercera vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: - «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: - «Sígueme.»
Juan 21, 15-19
COMENTARIO
Con el evangelio de hoy pasa como cuando te encuentras con
alguien acostumbrado a ver películas de cine en el idioma original, y
califica de “atentado” ver películas dobladas; como mucho, este tipo de
personas admiten los “subtítulos” en idioma “entendible”. O cuando te
encuentras con un “erudito” que te habla de lo mal que está el mundo de los
traductores y que, o te lees un libro en su idioma original, o lo contrario es
“perder el tiempo”.
Bueno… pues…, perdón por lo que sigue. Pero, los que entienden
de la biblia dicen que esto pasa en el texto de hoy. En “griego” es precioso,
pero en castellano es “cansino”. ¿A qué tanta pregunta amorosa de Jesús a
Pedro? Hubo un tiempo en que se decía que las tres preguntas del texto de hoy
se “correspondían” con las tres negaciones de Pedro en la pasión. Hombre…
bonita es la “interpretación”, y, de alguna manera, dejaría en buen lugar el
“feo” que aquella noche de “autos” hizo Pedro a Jesús.
Pero parece ser que no van por ahí las cosas. Resulta que en
griego hay tres o cuatro maneras de decir “amor” (eros, stergo, filia, y agape), y que en el texto que nos ocupa, aparece
un “juego de palabras” imperceptible en castellano porque el traductor, en su
día, no matizó suficientemente. En griego existe un término –ágape- que puede
traducirse por amor, y que expresa un “amor total”; algo así como el “estar dispuesto
a dar la vida por mi”. Y existe otro palabra –“filia”- que puede traducirse también
por amor, pero que su significado esta más próximo a lo que nosotros entendemos
por “amistad”, “colegueo”…o algo parecido.
Pues bien, sabiendo esto, en el original griego de este
Evangelio de hoy, las dos primeras veces que Jesús le pregunta a Pedro si lo ama,
utiliza el verbo “agape”. Y ¡sorpresa!, Pedro le contesta con el verbo “filia”.
Des-dramatizando un poco, es como si Jesús le preguntara a Pedro: “Pedro, ¿estas
dispuesto a dar tu vida por mi, a llegar hasta el final conmigo?.” Y pedro, le contestara:
“Hombre, maestro, yo estoy dispuesto a ser “tu colega”…lo de dar la vida por
ti, pues…. mejor me lo pienso”.
Jesús, escarmentado y harto, normal por otra parte, cuando
le pregunta por tercera vez, ya no utiliza el termino “agape”, sino que
directamente utiliza la palabra “filia”, es decir, desdramatizando de nuevo, el
diálogo de la tercer pregunta sería así: “entonces Pedro ¿dices que estás
dispuesto a tener amistad conmigo?” . Y Pedro, lógicamente entristecido porque
se ha dado cuenta de que Jesús ha captado el mensaje, le contesta: “sí, mi
amistad, la tienes”. Jesús se ha puesto a su nivel, o dicho en lenguaje más
nuestro, Jesús ha “caído en la cuenta” de que, en ocasiones “no se le pueden
pedir peras al olmo” por triste que esto resulte.
A pesar de eso, el “alegato final” de Jesús es una “apuesta”
por Pedro, como diciendo: “ahora no sabes todavía lo que podrás hacer, pero te
aseguro, que nadie, nunca, a pesar de tus dudas y negaciones, olvidará tu
pasión y decisión por mi evangelio”.
Es un texto emotivo porque, más allá de esta “tiempo de apariciones”
complicadas y de discursos abstrusos que ha supuesto el tiempo de Pascua, Jesús
sabía que los seres humanos somos una mezcla de interés y pasión, de picardía y
nobleza, de ímpetu intolerante y de misericordia. Se trata de ser paciente,
comprender, buscar y caminar. Y lo importante es no bajar la guardia en el
intento de hacer una y mil veces “este camino de Pascua”, es decir, esta “apuesta
por la Vida” (con mayúscula) más allá de nuestras vacilaciones. Por eso acaba
el texto de hoy, no con un juicio por negligencia, sino con un invitación
confiada: “Sígueme”.