Parroquias de Alcadozo y Liétor: febrero 2016

LUNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA. EL EVANGELIO DEL 29 DE FEBRERO

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EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: "Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio."
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Lucas   4, 24-30

COMENTARIO



El Evangelio de hoy tiene unas posibilidades interpretativas muy variables. Buscando en el blog curiosamente me he dado cuenta de que es uno de los textos  que más he comentado en estos últimos años. La verdad es que no se me viene al entendimiento mucho más que decir. En las referencias que os pongo más abajo podéis ver tales comentarios mucho más ilustrativos que lo que escribo hoy.

Hay un matiz que, con brevedad, pensaba esta mañana. El orgullo judío por sentirse (sólo ellos) el “pueblo elegido” que está a la base del texto de hoy, podría tener un paralelo psicológico en la personalidad de cada uno de nosotros. Me refiero al hecho de que en no pocas veces nuestro “yo” no admite compañías.

Efectivamente, en ocasiones las personas “hacemos lado” allí donde estamos, y de un modo un poco animal marcamos nuestro territorio. Cuando esto pasa ni la sombra del otro aceptamos. Esto es un problema, porque en ese instante la personalidad se convierte en personalismo y la autenticidad en absolutismo.

Entre los líderes cristianos esto suele pasar mucho, quizás porque en el fondo todos estamos impregnados de un cierto “mesianismo” que nos da un halo de imprescindibilidad y definitividad sospechoso.

El mensaje que trae Jesús parecería como si nos avisara de que “la revelación no está en nosotros”, está fuera de nosotros. Cuando una persona se erige en “cauce elegido” de dios, ni dios se escribe con mayúscula en este caso, ni dicha elección pasa de ser una expresión enfermiza de las propias limitaciones.

Y cuando así nos sentimos, es evidente que tiramos por el camino de en medio y nuestra pretensión de “despeñar” al que considero una amenaza para mi, se reviste de sibilinos mecanismos de desautorización y marginación.


En el fondo somos más animales de lo que pensamos y menos humanos de lo que aparentamos.


HISTORIAS PARA DESPERTAR


Las atracciones de la feria ya se habían instalado en las afueras de la ciudad, y hacían las delicias de todos los que la visitaban. Todos pasaban un rato divertido y agradable subiendo a las atracciones y visitando las diferentes barracas. 


PERSPECTIVA DE CUARESMA (4)


HISTORIAS PARA DESPERTAR


Una mamá joven, armada con una paleta de matar moscas, iba persiguiendo un mosquito que volaba por la habitación. Su hijo, que no llegaba a los tres años, la cogió de la falda y le gritó: “¡No lo mates! ¡Déjalo que viva!” La madre le contestó, extrañada: “Y ¿por qué? ¿No ves que después nos pica?” Y el niño le responde: “Es igual, mamá. También nos acompaña”. 
Dicen que el diamante más precioso del mundo tenía al principio una pequeña raya que lo afeaba un poco. Habían decidido convertirlo en un puñado de pequeños diamantes industriales, pero una persona entendida en el tema y hábil en su oficio, a base de mucha paciencia y dedicando mucho tiempo, transformó aquella pequeña raya fea en una rosa espléndida. Y aquella rosa tallada en el diamante es hoy la admiración de todos los que lo contemplan. 



La vida está llena de cosas variadas. Hay días buenos y días malos. Hay problemas y situaciones que nos preocupan y que nos hacen sufrir un poco, o cosas que no siempre nos gustan... pero que nos hacen compañía, y nos ayudan a mantenernos alerta, a estar despiertos, a reaccionar... La superación de una situación negativa, puede convertir a esta en una oportunidad para mostrar a los otros, y también a nosotros mismos, lo mejor de nuestra persona. 

DOMINGO III DE CUARESMA. EL EVANGELIO DEL 28 DE FEBRERO

EVANGELIO
En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó:
–¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Y les dijo esta parábola:
Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
–Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
Pero el viñador contestó:
–Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.

Lucas   13, 1-9
COMENTARIO


Un día de esta semana me encontré con mi amiga Mara Díaz. Hacía siglos que no la veía. Después de hablar de lo que toca en esos casos me dijo una frase que se me quedó grabada (o clavada, no sé): “de la gente que me rodea siento que soy la única que no da ningún fruto”; “mujer… no será para tanto” –fue mi respuesta.

El viernes, cuando leía con cierta tranquilidad el evangelio de hoy, recordé la frase y ayer la llamé por teléfono para decirle que no se preocupara porque hubo alguien que se sentía solidario de esas faltas de fruto y que, sorprendentemente, los nutrientes necesarios para potenciar sus posibilidades estaban al caer. La respuesta no es publicable pero quiero pensar que en el próximo encuentro ella pueda regalarse una mirada más generosa sobre sí.

Jesús de Nazaret no consentía una mirada determinista sobre la realidad. Ese famoso adagio que consiste en decir que cada uno de nosotros tenemos nuestro destino que irremediablemente tendremos que cumplir, creo que resulta tan denigrante como cínico para el ser humano.

Jesús, cuando llama a la conversión, realmente esta motivando al crecimiento y superación continuos. Convertirse no tiene porque ser sólo pasar de lo malo a lo bueno, también supone evolucionar de lo bueno a lo mejor. Creo que más allá de los perfiles penitenciales del texto de este domingo, propio de un discurso decadente de cuaresma, la invitación que subyace es a no dejar de buscar y de intentar dar lo mejor de ti, creciendo o decreciendo según toque, pero en cualquier caso armonizando la  vida.

Una mirada paciente como la que tuvo el viñador es garantía de humanidad en una sociedad y en una iglesia obsesionada por los frutos. Es fácil confundir la calidad con la cantidad. Es una versión tecnificada del “burro grande ande o no ande”. Es triste pero es así.

No me extraña que muchas personas, llegadas a un  punto, opten por una “conversión de expectativas”. Y así entre la continua visibilización social de baja densidad opten por una lucidez capaz de orientar(se) en las encrucijadas.

Quizás por eso, en el ámbito de la evangelización y del anuncio del evangelio, entre una especie de “frutos de invernadero” tan brillantes como charros, uno prefiera la hondura que oxigena, la poda que aligera, y la espera que sosiega.


Os deseo un buen domingo a todos, aunque frío.

SÁBADO DE LA II SEMANA DE CUARESMA. EL EVANGELIO DEL 27 DE FEBERO



EVANGELIO
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»

Lucas   15, 11-31
COMENTARIO


Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús es la del "padre bueno", mal llamada "parábola del hijo pródigo". Precisamente este "hijo menor" ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas.
Sin embargo, la parábola habla también del "hijo mayor", un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano, lejos del hogar. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. El retorno del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia: «se indignó y se negaba a entrar» en la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.
El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. No le grita ni le da órdenes. Con amor humilde «trata de persuadirlo» para que entre en la fiesta de la acogida. Es entonces cuando el hijo explota dejando al descubierto todo su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora sólo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.
Ésta es la tragedia del hijo mayor. Nunca se ha marchado de casa, pero su corazón ha estado siempre lejos. Sabe cumplir mandamientos pero no sabe amar. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano. Jesús termina su parábola sin satisfacer nuestra curiosidad: ¿entró en la fiesta o se quedó fuera?
Envueltos en la crisis religiosa de la sociedad moderna, nos hemos habituado a hablar de creyentes e increyentes, de practicantes y de alejados, de matrimonios bendecidos por la Iglesia y de parejas en situación irregular... Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos, pues no es propiedad de los buenos ni de los practicantes. Es Padre de todos.
El "hijo mayor" es una interpelación para quienes creemos vivir junto a él. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿Les ofrecemos amistad o los miramos con recelo?
Agradecemos el comentario de este sábado a Jose Antonio Pagola.