“El amor no hace
alarde
no es arrogante,
no obra con dureza,
no obra con dureza,
no busca su propio interés,
no se irrita.”
97. Quien
ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque
está centrado en los demás, sabe
ubicarse en su lugar sin pretender ser el centro. …el amor no es arrogante.
Literalmente expresa que no se «agranda» ante los demás, e indica algo más
sutil. …Es decir, algunos se creen grandes porque saben más que los
demás, y se dedican a exigirles y a controlarlos, cuando en realidad lo que nos hace grandes es el
amor que comprende, cuida, protege al débil.
98. …La actitud de
humildad aparece aquí como algo que es parte del amor,
porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es
indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad….La lógica del amor cristiano no es la de quien se
siente más que otros y necesita hacerles sentir su poder, sino que «el
que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor »
Amabilidad
99. Amar
también es volverse amable… Quiere indicar que el amor no obra con rudeza, no actúa de modo
descortés, no es duro en el trato. Sus modos, sus palabras, sus gestos,
son agradables y no ásperos ni rígidos. Detesta hacer sufrir a los demás. La cortesía «es
una escuela de sensibilidad y desinterés », que exige a la persona « cultivar
su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos, a
callar ».
100. Para disponerse a un verdadero encuentro con el
otro, se requiere una mirada
amable puesta en él. Esto
no es posible cuando reina un pesimismo que destaca defectos y errores ajenos,
quizás para compensar los propios complejos. Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites, y
así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos diferentes.
El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de
integración, construye una trama social firme.
Desprendimiento
101. Hemos dicho muchas
veces que para amar a los demás primero hay que amarse a sí mismo. Sin embargo
….hay que evitar darle
prioridad al amor a sí mismo como si fuera más noble que el don de sí a los
demás. Una cierta
prioridad del amor a sí mismo sólo puede entenderse como una condición psicológica, en cuanto
quien es incapaz de amarse a sí mismo encuentra dificultades para amar a los
demás: « El que es tacaño consigo mismo, ¿con quién será generoso? [...] Nadie
peor que el avaro consigo mismo » (Si 14,5-6).
102. Pero el mismo santo
Tomás de Aquino ha explicado que «pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado» , y
que, de hecho, «las madres, que son las que más aman, buscan más amar que ser
amadas».1
Sin violencia interior
103. Si la primera expresión del
himno nos invitaba a la paciencia que evita reaccionar bruscamente ante
las debilidades o errores de los demás, ahora aparece otra palabra —paroxýnetai—, que se
refiere a una reacción
interior de indignación provocada por algo externo. Se trata de una violencia interna,
de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos que hay que
evitar. Alimentar
esa agresividad íntima no sirve para nada. Sólo nos enferma y termina aislándonos. La indignación es sana cuando
nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende
a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros.
104. …Una cosa es sentir la fuerza de
la agresividad que brota y otra es consentirla, dejar que se convierta en una
actitud permanente… Por ello, nunca hay que terminar el día sin hacer
las paces en la familia. Y, « ¿cómo debo hacer las paces? ¿Ponerme de rodillas? ¡No! Sólo
un pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía familiar. Basta una caricia, sin palabras.
Pero nunca terminar el día en familia sin hacer las paces». La reacción
interior ante una molestia que nos causen
los demás debería ser
ante todo bendecir en el
corazón, desear el bien del otro, pedir a Dios que lo libere y lo sane:
«Responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para
heredar una bendición» (1 P 3,9). Si tenemos que luchar contra un mal, hagámoslo, pero
siempre digamos «no» a la violencia interior
(Exhortación Apostólica “La Alegría del Amor”
Amoris Laetitia, 96-105)