EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.»
COMENTARIO
Cuando nos encontramos con
textos como los de hoy me da por pensar qué hemos hecho con el imaginativo y
sugerente lenguaje bíblico y cuál fue la razón por la que sustituimos dicho
lenguaje por otro manifiestamente conceptual, con el riesgo que conlleva de convertir
el concepto en dios, olvidando que sólo es un medio para decir lo inefable.
Digo esto porque en dos
versículos de hoy aparece una fauna que bien daría para empezar a componer un
“bestiario” bíblico tan curioso como expresivo: corderos, lobos, palomas y
serpientes…
Sobre los corderos y lobos
ya glosamos el año pasado; a dicho perfil me remito. Hoy nos encargamos de aves
y reptiles. Efectivamente, la paloma y la serpiente no son animales neutros en
el pensamiento y en la tradición judía. Expresan más de lo que parecen. Los
adjetivos que los acompañan, “sencillos y sagaces”, quizás no sean del todo
suficientes para definirlos; en el contexto en el que aparecen simbolizan
muchos más.
Daos cuenta del contexto
en el que están empleados tales comparaciones: una clara situación de
persecución, violencia y caos donde la destrucción se convierte en seña de
identidad del seguimiento de Jesus (“…os entregarán a los tribunales, os
azotarán…Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a
los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os
odiarán por mi nombre…”.
En tal contexto la paloma
parece expresar la capacidad para confiar-esperar la paz en medio del
conflicto. En el Antiguo Testamento, la paloma, tras el diluvio (violencia)
representa el retorno a la paz y la calma, y en el Nuevo Testamento, la paloma
que “se deja ver” tras el bautismo de Jesús en mitad del Jordán, expresa de
nuevo la esperanza tras el nuevo nacimiento que significa el bautismo.
La serpiente en el antiguo
testamento es signo ambiguo de destrucción-sanación. Instiga a la
destrucción: recordad el binomio mujer (con perdón)- serpiente en
el paraíso. Pero también es sanación y salvación: recordad el bastón de Moisés
convertido en serpiente que sanaba a quienes lo miraban (Números 21, 4-9). La serpiente,
por tanto, es símbolo de la propia vida, a saber, una mezcla de felicidad y
desdicha, de triunfo y fracaso, de caos y orden.
La clave que propone Jesús
en este texto es tremendamente realista: la realidad de cada día no por
conflictiva es mala, es irremediablemente “así”; pero ese “caos-orden”
(serpiente) podemos vivirlo desde la calma y la serenidad (paloma).
Cuando traemos el texto al
hoy de nuestra vida, este improvisado bestiario se convierte en un interesante
glosario de actitudes, para quienes pretendemos continuar con la memoria del
cristianismo y no morir en el intento.
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