Parroquias de La Purísima Concepción (Alcadozo) y de Santiago Apóstol (Lietor) Albacete
EVANGELIO DEL MIERCOLES 23 DE DICIEMBRE. SEMANA 4 DEL TIEMPO DE ADVIENTO
EVANGELIO
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.» Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.» Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.
Lucas 1, 57-66
EVANGELIO DEL LUNES 21 DE DICIEMBRE. SEMANA 4 DEL TIEMPO DE ADVIENTO
EVANGELIO
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
Lucas 1, 39-45
EVANGELIO DEL DOMINGO 20 DE DICIEMBRE. SEMANA 4 DEL TIEMPO DE ADVIENTO
EVANGELIO
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.
Lucas 1, 26-38
EVANGELIO DEL DOMINGO 13 DE DICIEMBRE. SEMANA 3 DEL TIEMPO DE ADVIENTO
EVANGELIO
Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
No era él la luz,
sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
– «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas:
– «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron:
– «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
El dijo:
– «No lo soy.»
– «¿Eres tú el Profeta?»
Respondió:
– «No.»
Y le dijeron:
– «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó:
– «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
– «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió:
– «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
No era él la luz,
sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
– «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas:
– «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron:
– «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
El dijo:
– «No lo soy.»
– «¿Eres tú el Profeta?»
Respondió:
– «No.»
Y le dijeron:
– «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó:
– «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
– «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió:
– «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Juan 1,2-16.19-28
Juan el Bautista es uno de los grandes personajes de adviento. Sugerente y comprometedor como nadie, el pensamiento cristiano siempre lo ha percibido como iniciador del camino propuesto posteriormente por Jesús.
A sí mismo Juan se llama la "Voz". Resulta conmovedor. San Agustín señala con mucho acierto que Juan es la Voz y Jesús en la Palabra.
Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida la propuesta que nos hace el evangelio de hoy resulta interesantísima; nuestra comunicación y nuestra tarea evangelizadora se nutre del sentimiento que simbólicamente nos ofrece el Bautista.
Las personas somos Voz, Palabra, y Silencio. Nuestra comunicación con los demás necesita de Voz, Palabra y Silencio. Nuestra tarea evangelizadora ha de ofrecer Voz, Palabra y Silencio.
Una Voz sin palabra, resulta vacía e inútil su esfuerzo locuente. Una voz sin palabra es poco mas que un chillido amorfo que espanta y que no edifica nada. Tendríamos que revisarnos los evangelizadores de hoy cuando nos convertimos en Voceros de nadie y de nada porque nuestro anuncio se ha vaciado de la Palabra. Cuando esto ocurre nos anunciamos a nosotros mismos, y nuestra evangelización es de vuelo corto.
Una Palabra sin Voz, es una palabra ausente. Está... pero como si no estuviera. Una Palabra no dicha es como una semilla que no se planta. Acaba irremediablemente en la esterilidad. Los complejos, los miedos, la vergüenza, los cansancios, quizás se adueñen de nosotros y frustre nuestra tarea.
Y el Silencio. Los silencios son necesarios en la tarea evangelizadora. El silencio favorece la escucha y calma el cansancio. El silencio elocuente favorece la posibilidad de que lo peor de nosotros no nos degrade y lo mejor pueda ser recibido con nitidez.
No es fácil saber cuándo hay que priorizar la Voz, la Palabra o el Silencio. En esta tercera semana de adviento, una bella oración podría consistir en detectar cuál de estas tres actitudes necesita más nuestra vida.
EVANGELIO DEL VIERNES 11 DE DICIEMBRE. SEMANA 2 DEL TIEMPO DE ADVIENTO
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.»
Mateo 11, 16-19
EVANGELIO DEL SÁBADO 8 DE DICIEMBRE. FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCION
EVANGELIO
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».Y la dejó el ángel.
COMENTARIO
Hay quien dice que con María empieza el tiempo de las mujeres en la Biblia. Es como si, al llegar el tiempo culminante de la revelación, los varones pasaran a un segundo plano.
Ellos, hasta entonces, habían realizado y siguen realizando funciones socialmente importantes: sirven como sacerdotes en el templo, se encargan de aclarar la doctrina como los escribas, se presentan a si mismos como los depositarios de la ley y la moral, como los fariseos; e incluso algunos, como bienintencionados bravucones, luchan por sus derechos, manifestando muy a las claras que todavía tenían fuerza, como los celotes.
Pero cuando llega la hora de la verdad todo ese manojo de hombres se vuelven actores segundones de una historia que, hasta ese momento les había pasado desapercibida.
Tanto templo, tanto derecho, tanta ley, tanta escritura y tanto magisterio, les había cegado. Ellos no servían para revelar la grandeza de un amor más grande. ¡Que tremenda paradoja! Quienes estaban allí para revelar a Dios, resulta que se convierten en sus principales ocultadores.
Y cuando el Templo calla, aparece María. El Templo que poco a poco se había convertido en lugar mezquino y perverso. Ella mismo se preguntó cómo podría ser eso, cómo podría llegar un Mesías por un mecanismo ajeno al Templo, al poder, a la costumbre, a la ley y a la norma establecida. Y Dios contesta: “has hallado gracia ante Dios”, que bien podríamos traducir en nuestros días, eres la más graciosa de todas las personas.
¿Qué nos revela ella para el hoy de nuestra vida creyente, y que posiblemente lo sigan ocultando los templos y las leyes de todos los tiempos?
Frente a una sociedad que oculta sus aparentes fragilidades y que vive de una brillante superficialidad, María se convierte en signo de transparencia. La memoria de María en la gran tradición de la Iglesia, se convierte en signo de todo lo que puede revelar nuestro cuerpo.
Nuestro cuerpo puede ser expriencia de cerrazón, sequedad, brusquedad… o muy al contrario, un lugar para la apertura, la generosidad, la germinabilidad. El adjetivo de “pura”, aplicado a la humanidad en María, eso precisamente quiere expresar: nuestra buena capacidad para acoger cada día la vida como posibilidad y vivirla como experiencia responsable y entrañable de ternura y comunicación.
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