Parroquias de Alcadozo y Liétor: octubre 2020

EVANGELIO DEL VIERNES 30 DE OCTUBRE. SEMANA 30 DEL TIEMPO ORDINARIO.



EVANGELIO
“Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: ¿Es lícito curar los sábados, o no? Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado? Y se quedaron sin respuesta”. 

Lucas   14, 1-6

COMENTARIO

Una curación más, (creo que no se trata de un milagro en este caso); la “hidropesía” vendría ser una especie de “edema” por retención de líquidos. Medicina natural para eso hay desde siglos y siglos. Lo “provocador” del texto reside en que la curación la hace en sábado, que como ya sabéis era el día que por Ley no se podía curar.

Podríamos concluir diciendo que se trata de un ejemplo más de cómo se sitúa Jesús ante la Ley judía. Pero hay un matiz en el texto que lo hace “especialmente revelador”. Dice Lucas que los fariseos lo estaban “espiando”.  Espiar viene del latín (speculorum) que es algo así como “mirar desde arriba”, mirar sin comprometerte, mirar... para tomar nota no siendo parte del espectáculo sino más bien “observándolo desde fuera” ….como por otra pare hacen los espías.

Este matiz me resulta “revelador”; porque “mirar desde arriba”, para tomar nota, para “informar”… al fin y al cabo des-comprometido de la situación… esa mirada en ocasiones, resulta inhumana. 

Por muy divina que sea la Ley, Jesús no puede aplicarla “inhumanamente”. La Ley judía sirve cuando se aplica desde cerca, cuando tu corazón se compromete con el corazón herido del que está junto a ti. 

Mirar des-comprometidamente, hace de la Ley un “fardo pesado”; la Ley libera cuando se aplica con Espíritu (eso diría San Pablo), es decir cuando se aplica com-prometidamente ( es decir con la “promesa” de salvación de salud, de sentido común)

Y cuando miras así, salvas, curas… amas.

EVANGELIO DEL MIÉRCOLES 28 DE OCTUBRE. FIESTA DE SAN SIMÓN Y SAN JUDAS



 EVANGELIO

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Lucas   6, 12-19
COMENTARIO


Celebra hoy la Iglesia la memoria de dos apóstoles. Simón y Judas debieron evangelizar a pesar de la breve memoria que ha  dejado en la comunidad cristiana posterior, dándonos a entender que no todos los liderazgos han de ser fuertes, e incluso, ante el peligro de que sean excluyentes, bien haríamos los cristianos por no anhelar famas exóticas y pasar al estilo de Jesús, “como uno de tantos”.

 

Pero en el texto de hoy, hay un detalle que siempre me ha sorprendido. Efectivamente, sorprende la tensión que en Jesús supone la montaña y el llano. En la montaña reza, se siente débil y zozobrante, se vacía de sí y se llena de la experiencia del Padre …; y en el llano, libera, acaricia, grita y muestra todo su poder.

 

La montaña es lugar de acogida del misterio que lo envuelve, el llano, lugar de donación exuberante de toda su persona. Y es como si la orografía del mundo fuera una réplica de los movimientos de nuestro corazón, sístole y diástole, acogida y donación, llenarse y vaciarse. Ese movimiento nos asemeja a Jesús y –permitidme el exceso- nos hace divinos.

 

Por eso cuando no escuchamos y sólo hablamos, cuando no obedecemos y sólo decidimos, y cuando nuestro grito sólo nos desahoga pero no nos ahoga, quizás no hemos descubierto la huella del Padre que hay en nosotros, y entonces la criatura que somos, cuál adolescente nervioso, no es más que una curva recluida en su centro que se sabe, solo y sólo, ombligo del mundo.

 


EVANGELIO DEL DOMINGO, 25 DE OCTUBRE. SEMANA XXX DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


EVANGELIO
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
- “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Mateo   22, 34-40
COMENTARIO

Hay toda una constante evangélica, presente en muchos textos, y que consiste en "sentimentalizar" la experiencia de Dios. Dios se hace sentimiento humano. Esto lo anuncia Jesús.

Lo dice el evangelio de hoy. La todopoderosa Ley judía, viene a resumirse en amar a Dios y amar al prójimo.

El amor es este sentimiento tan sumamente primario que reclama y da cuidado, protección, seguridad, ternura. El amor es un grito irreflexivo, nada calculador, y muchas veces desesperado, que los humanos necesitamos siempre, pero que con desgarro lo pedimos en momentos en los que la vida nos extraña.

Dicen los filólogos que la palabra amor probablemente provenga de "amma", una especie de voz infantil que llama a la madre. Amar no es una palabra que nos retrotrae a una idea conceptualmente elaborada. Amar, es un grito que nos dirige directamente a un sentimiento y a una experiencia de necesidad, cuidado y auxilio. 

Siempre me ha llamado la atención en este sentido, cómo en momentos de asombro espontáneamente nos sale decir: ¡madre mía!

Por eso no existe el amor teórico (el cursi amor platónico de toda la vida). Existe la experiencia concreta del amor: el amma, el sentimiento de necesidad que no pocas veces nos convierte en mendigos ( entiéndase bien) del otro.

Pues bien, este sentimiento tan primario del amor, es aquello en lo que consiste Dios. Mateo lo insinúa uniendo dos textos del Antiguo Testamento. Ahora bien, el evangelio de Juan, y sobre todo las cartas, llevan a término este proceso de "sentimentalización" de lo divino.

La primera carta de Juan (1Jn 4,12), sorprendentemente, parece olvidarse de ese dios del cielo que tantas veces nos han enseñado, y afirma: "A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud". Dicho en otras palabras: sabemos que Dios es amor porque nos amamos entre nosotros.

De ahí que unos cuantos versículos más hacia adelante (1Jn 4, 19-20), dé la sensación de que a Juan se le va la mano, invalidando una actitud contemplativa que dirija nuestra atención al creador sin pasar por la Criatura: "Si alguno dice: «amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve". Absolutamente revelador este texto.

Por la misma razón, sin cambiamos el verbo amar por cualquier otro de más baja implicación existencial, las consecuencias para el cristianismo son asombrosas. Haced la prueba con las expresiones: "tener fe", "tener esperanza", "tener confianza", "respetar", "rezar"....



EVANGELIO DEL SÁBADO 24 DE OCTUBRE. SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

 

EVANGELIO
En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó:
–¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Y les dijo esta parábola:
Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
–Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
Pero el viñador contestó:
–Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.

Lucas   13, 1-9