Parroquias de La Purísima Concepción (Alcadozo) y de Santiago Apóstol (Lietor) Albacete
EVANGELIO DEL DOMINGO 12 DE DICIEMBRE. SEMANA 3 DEL TIEMPO DE ADVIENTO.
–¿Entonces, qué hacemos?
El contestó:
–El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron:
–Maestro, ¿qué hacemos nosotros?
El les contestó:
–No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron:
–¿Qué hacemos nosotros?
El les contestó:
–No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga.
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:
–Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.
Decir "Evangelio" y decir "sensatez" debería ser lo mismo. La gente, expectante ante el anuncio que hace Juan del Mesías, se siente llamada a convertir su conducta. (“Dinos… ¿qué tenemos que hacer?”).
La conversión a la que invita Juan es “relativamente fácil”: en primer lugar al sentido común (“el que tenga dos túnicas, que reparta una”).
En segundo lugar, a la honradez (“no exijáis más de los establecido”).
En tercer lugar, a la humildad y a la misericordia ("no extorsionéis a nadie con vuestra fuerza, no abuséis de vuestro poder").
En Juan el Bautista encontramos un clara religiosidad personal más allá de sus perfiles institucionales.
El gran peligro de las instituciones religiosas consiste en degenerar a la larga en formas caducas y estériles de creencia.
Son los testimonios de las propia personas, comunitariamente discernidos, los que tienen capacidad de engendrar creencias sensatas y fraternas.
EVANGELIO DEL DOMINGO 5 DE DICIEMBRE. 2 DEL TIEMPO DE ADVIENTO.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto:
preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
elévense los valles, desciendan los montes y colinas;
que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios.»
Juan el Bautista “llegó a tiempo”, supo descubrir la “vida” que no tardaría en discurrir a orillas del Jordán. Bajó de las montañas y de su vida de aislamiento a “preparar” el encuentro con Jesús.
“Elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale”; efectivamente, a todo esto hay que dedicarle tiempo.
No podemos consentir que la cita con la vida cada día ensanche las diferencias entre los deprimidos y los depredadores (“elévense los valles, desciendan los montes”).
La salvación no vendrá de ningún sitio. Está ya aquí. Vivir es salvación. La “vida” es el lugar de la salvación. En frase feliz de papa Francisco: "el hoy es lo más parecido a la eternidad; más aún: el hoy es chispa de eternidad; en el hoy se juega la vida eterna".
Juan, acertó a ver en el “tiempo”, un “Tiempo de Dios”. Eso sólo puede hacerse con una mezcla de audacia, decisión e incomodidad. Por eso Juan tenía prisa, y su palabra se convirtió en cauce para la Palabra.
Por eso, hoy nos toca preguntarnos a todos para qué y de qué son cauces nuestras palabras, qué acontecimientos preparan o qué salvaciones retardan. El sentido de la historia no tiene que venir de Dios porque "ya esta aquí", nos toca a todos “hacerla ver”: ¿qué hago yo para llevar a cabo esa tarea? "Y todos verán la salvación de Dios."